"Detente. Aquí sólo puede entrar el silencio. ¿Eres tú silencio? Lo dudo. No puedo evitar que entres y formes parte de esos profanadores pululando por el Patio de las Muñecas. Pero por favor, sé silencio. Lo cual no significa no hacer ruido o estar callado."
Antes de que me de tiempo a darme cuenta, estoy en el Patio de las Muñecas, y rápidamente encuentro mi reto allí. La vida en sí es un reto, y veinticuatro horas de pruebas y desafíos nos aguardan cada día no necesariamente para que los resolvamos... Tal vez, para darnos cuenta simplemente de que está ahí.
El techo es de cristal. No cristal, cristal en sí. Con nubes que son como un plato dulce que devorar cuando nos convertimos en pastel. Y mil lóbulos pétreos emanando ecos de muy lejos nos sonríen inversamente. En un macabro juego, las dos muñecas nos huyen. La buena suerte no se gana, se encuentra. Si casualmente o con sinceridad, eso ya es elección de cada uno. Se camuflan entre los mil tonos diferentes de colores exactamente iguales.
Es increíble esto de la óptica bajo la que se miren las cosas.
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