Estuve buscando consuelo en algo que no existía. Una adicción más sana que cualquier otra, pero que a Don Quijote le costó más cara que su lanzada a los molinos.
Palabras. Y que conste que lo digo con sarcasmo.
En plena vida, en plena búsqueda, todavía sigo mirando por encima del hombro si aparecerá una solución más fácil que se me ha pasado por alto. ¿Por qué? Bueno… los atajos siempre son atractivos y traicioneros, a su manera.
Tengo muchas ganas de besar unos labios que hagan latir mi corazón, de un empujón que haga desaparecer la palabra “rutina” del diccionario, de una inmersión total en un sitio que no haga falta respirar, saltar desde un trampolín y sentir la adrenalina antes de caer al vacío. ¡Quiero que las palabras vengan a mi boca tan rápido como los pensamientos!
Tengo hambre.
¿Qué estoy buscando?
No lo puedo encontrar con palabras.
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