Lo siento. Muchísimo. Por prometer algo y que tarde tanto en hacerse realidad. No me sobran excusas: poco tiempo, muchas inquietudes, millones de pajaritos revoloteando por mi cabeza... Pero a ti, como siempre, voy a decirte la verdad. No sé ser lo que quiero, ni hacer lo que quiero. No te preocupes, pienso aprender de mí a ser como yo. Tiene que ser fácil por definición. Además, ahora es donde tengo que demostrar lo que valgo, y va en juego mi futuro al completo. Tengo ante mí la prueba, y sólo se gana o se pierde, somos muchos con el mismo sueño y sólo los mejores van a alcanzarlos. Diez entre mil. Un 0.1% en el que aspiro a estar. Y estoy convencida de que lo lograré, ventaja con la que no cuenta la mayoría.
Aquí llueve y hace frío. El viento hace que las contraventanas golpeen con fuerza el marco. Pero no las cierro. Quiero helarme y sonreír.
Tendría que estar escribiendo reflexiones para un pobre desgraciado que pretende saber lo que ignora y ser lo que no existe. Pero en vez de eso, prefiero dejar las cosas para el último momento. Tú eres más importante. Aunque últimamente tengo la creatividad en números rojos, y tengo que re inventarme y mejorarme para impresionar a los que juguetean con mis expectativas.
Varias ideas se agolpan, empujan, arañan y muerden unas a otras por salir, por escaparse por esta ventana al mundo con tal de que lleguen a ti. Aaah, no, acordamos resucitar un fósil de las costumbres de antaño.
Llueve, y las aceras están mojadas.
Y huele a tierra mezclada, y mis músculos están contraídos.
Qué fácil y bonito sería volver a antaño. Ser siempre la niña brillante con un futuro brillante que nunca llegaba. El problema es que acaba de llamar al timbre, y cientos de niños brillantes se están peleando por abrir. Todos brillantes. Como el arroz. Así de simple.
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