Y quien ve que se aleja lenta y dolorosamente, sin hacer nada por evitarlo, un desgraciado.
No voy a seguir poniendo excusas para justificarme.
Se pilla antes a un mentiroso que a un cojo.
El mentiroso, en situaciones como esta, esconde la cabeza
bajo el ala o bajo tierra, según lo que esté más a mano.
Una vez el mentiroso se erige como tal,
adoptará esta profesión para toda la vida.
Lo peor es que no pienso dar marcha atrás.
No sé qué me queda.
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