Flashes. Gritos. Una cámara me sigue los movimientos uno a uno y yo me siento vigilado, importante. Sé que todos me miran, pero yo también los miro a todos ellos y estamos en igualdad de condiciones.
Los jueces me miran con una cara impenetrable, excepto uno de ellos que me sonríe para darme ánimos. No sé si intenta ponerme más nervioso o no.
Me monté en el skate y tragué el nudo que tenía en la garganta. Tres, dos, uno... empieza la competición.
Mi primer movimiento fue un kickflip, el paso fallido. Blackside, Frontside shove-it. Por el rabillo del ojo vi formarse la palabra freestyle en los labios de uno de los jueces. Nollie, y les vi sacudir la cabeza.
Apreté los dientes. Nadie iba a decirle que no al freestyle y tomé el riesgo de hacer una gran, gran estupidez: 360º hardflip.
Tomé el impulso perfecto y me lancé hacia la escalera. Notaba la mirada de Candy a mi espalda, siguiendo la estela del mechón de su pelo que yo tenía amarrado en la muñeca. Una, dos, tres patadas al suelo para coger carrerilla. Impulso, presión atrás, salto, y... ¡SÍ!
- ¡Sí!- gritó el público a mi espalda. Lalo, mi buen compañero Lalo, se me echó encima y empezó a frotarme la cabeza con el puño. Palmadas de felicitación en la espalda, algún que otro insulto amistoso.
- ¡Lo conseguiste!- Candy se me subió encima de un salto y me rodeó la cintura con las piernas. Di un par de vueltas con ella encima para hacerla feliz y la besé, un beso que sabía a victoria.
- Ganarás- me aseguró, convencida-. No veo cómo no vas a hacerlo.
Le di un puñetazo y me quedé un buen rato así, postrado cara al suelo, derrotado. Mi skate estaba, boca arriba, unos cuantos metros más allá.
Levanté la cabeza. El juez de la sonrisa me estaba mirando con compasión y le estaba diciendo a su compañero que el freestyle era el más impredecible de los estilos, por eso pocas veces se admitían en competición.
Apreté los dientes. Si no había sido yo el que consiguiera que lo tomasen en cuenta, Lalo lo conseguiría. O la misma Candy.
O yo, otra vez.
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